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Antecedentes de la enseñanza de la filosofía en Honduras. 

 

En Honduras los estudios de filosofía han ocupado espacios limitados en los círculos intelectuales, y su influencia ha sido escasa o inexistente en la esfera de la opinión pública. Como discurso legitimador estuvo presente, en su expresión escolástica, en la actividad que desarrollaban los sacerdotes para evangelizar e instruir. Entre los antecedentes de los estudios de filosofía en el siglo XVIII se mencionan los esfuerzos del obispo Fray Antonio López de Guadalupe, que inicialmente trató de obtener apoyo para fundar una universidad, y luego decidió “reorganizar el Colegio Seminario. Así, “para el año 1737, el Colegio Seminario tenía concluido un nuevo edificio y aunque continuaba oficialmente con el nombre de San Agustín, muy pronto pasó a llamarse Colegio Tridentino. Dos años más tarde, en 1739 le fueron aprobados nuevas cátedras entre ellas la de filosofía” (Cruz Reyes, 1990: 171).

El Colegio Tridentino dejó de funcionar en 1827 (Reina Idiáquez, 1999:32). Los estudios que se impartían en las “encomiendas” funcionaban irregularmente y dejaron de impartirse por el reducido número de novicios. Hacia el año 1819 el ayuntamiento de la Villa de Tegucigalpa solicitó al padre Comendador del Convento Mercedario establecer una cátedra de filosofía. Ante esa solicitud la respuesta indica que, aunque “la Real Cédula “no comprende la cátedra de Filosofía “ estoy…a hacerme cargo de su enseñanza, siempre que se me presenten a los menos seis niños suficientemente instruidos en latinidad y que el provincial preste su consentimiento”. (Sic)(Respuesta de Fray Manuel González al ayuntamiento de Tegucigalpa del 16 de julio de 1819, En Cruz Reyes, 1999:173).

En la tercera década del siglo XIX la municipalidad de Tegucigalpa solicitó al fraile Juan José de la Trinidad Reyes Sevilla, “El padre Trino”, que impartiera cátedra de gramática latina en el convento de La Merced. Se dispuso que la clase iniciaría el 1 de junio de 1832 en el edificio de La Merced. Posteriormente, el 14 de diciembre de 1845, se organizó La Academia del genio emprendedor y del buen gusto, a la que se le concedió la categoría de Academia Literaria. Luego, el 13 de septiembre de 1847, el Presidente Don Juan Nepomuceno Fernández Lindo emitió decreto para que la Academia Literaria de Honduras, creada el 18 de abril de 1846, se constituyera debidamente dotándola del claustro, nombrando a sus respectivos doctores en Sagrada Teología; Derecho Canónico; Derecho civil; en Cirugía y Medicina; en Filosofía. También se concedió los títulos de Licenciados en Teología, Derecho Canónico y Derecho civil.

Según el historiador Reina Valenzuela, “el Claustro de doctores de la ‘Universidad del Estado’, con la denominación de Academia Literaria de Tegucigalpa, fue instalado de modo solemne el 19 de septiembre de 1847, con la asistencia del Presidente de la República y otras altas autoridades del gobierno. Sus estatutos fueron aprobados por la cámara legislativa el 2 de julio de 1850” (Reina Valenzuela, 1976:57; Reina Idiáquez 1999:33-35). Con ese acto inició el funcionamiento de la Universidad del Estado de Honduras. La filosofía que se enseñó en esa época, hasta el periodo de la Reforma Liberal, siguió la orientación escolástica, no obstante el movimiento reformador impulsado por Don Antonio Liendo y Goicoechea desde 1,790 en la Real y Pontificia Universidad de San Carlos Borromeo, de Guatemala; así como las ideas de la Ilustración promovidas y divulgadas por José Cecilio del Valle, influido por filósofos franceses (Montesquieu, Diderot, Voltaire, Rousseau) e ingleses (Bentham) cuyos textos prohibidos circulaban de modo discreto y restringido. (Leiva Vivas, 1980:98)

 

La enseñanza de la filosofía fue clausurada durante la Reforma liberal en Honduras, el año 1882. El 26 de febrero de 1882 Ramón Rosa pronunció el discurso del acto de inauguración de las actividades de la Universidad Central de la República. En esa ocasión, y relacionado con el nuevo código de Instrucción Pública, Rosa sentenció lo siguiente:

No figura en el Código la organización de la Facultad de Filosofía y letras y de ciencias Eclesiásticas. Que no se extrañe este vacío. El país, por ahora, no necesita de los estudios

filosóficos y literarios de una facultad especial: basta que tales estudios se hagan elementalmente en los colegios de segunda enseñanza. (…) Respecto de los estudios eclesiásticos, aparte de que la instrucción debe ser laica, hay además una razón fundamental para que el Código no los prohíje y reglamente. [Pues] Donde preside la fe no puede presidir el libre raciocinio, que es el alma de la ciencia. Y como los estudios eclesiásticos….están subordinados al dogma impuesto por la fe, no por la razón, de aquí proviene que tales estudios, en rigor filosófico, no pueden ser científicos (Rosa, [1882] 1993: 215-216).

 

La fe en el “Progreso”, como resultado de la enseñanza de las ciencias experimentales, prácticas y útiles para la construcción de edificios, puentes y caminos, el mejoramiento de la agricultura y de la ganadería, el adelantamiento en las prácticas curativas de la medicina y de la botánica, inflamó de entusiasmo a los reformadores, al extremo de conducirles a excesos cuyas consecuencias aún se padecen en educación filosófica. Por ejemplo, ellos identificaron una corriente o escuela de filosofía, la escolástica que prevalecía como herencia medieval en estos lares, así como las lecciones de filosofía que se impartían en la universidad, con toda la filosofía. En su concepción la enseñanza teológica, identificada con la metafísica, era “La filosofía”; y al no poder (o no querer) diferenciar, generalizaron sus críticas indebidamente a toda la filosofía. Además, criticaron a la metafísica porque ésta no contenía los conocimientos que para ellos eran urgentes para la modificación de las condiciones materiales de vida de la sociedad. Pedían a la Filosofía, como disciplina intelectual, y a la enseñanza de la filosofía, lo que no podía dar. Tampoco se percataron de que su reflexión filosófica acerca de la enseñanza filosófica que impartía la universidad, conducía a la negación rotunda de toda filosofía. Esa paradoja condujo a la supresión de la Facultad de Filosofía y de todo vestigio institucional de filosofía durante casi un siglo.

 La reapertura de la enseñanza de filosofía, a nivel de curso introductorio para todos los universitarios, se produce el año 1960, cerca de 80 años después, cuando la Universidad de Honduras adquiere la autonomía. Ésta se conquistó en 1954, y tres años después, en 1957, el Congreso Nacional emitió la Ley Orgánica de la que desde ese año se denominará Universidad Nacional Autónoma de Honduras.

El reconocimiento y reapertura institucional de la filosofía como un campo disciplinar se produce 96 años después de su clausura por parte del Gobierno de la Reforma Liberal. En 1978 se organizó y comenzó a funcionar la carrera de filosofía en la UNAH. Otro antecedente importante lo constituye el I Congreso de Universidades Centroamericanas en San Salvador (1948), en el cual se adoptó una Declaración de Principios y Fines de las Universidades Centroamericanas. En la misma se detecta la influencia de filósofos como Ortega y Gasset, Robert Hutchins, Karl Jaspers, y Risieri Frondizi. (Tunnermann, 1992:106). En general, el I Congreso de Universidades fijó un horizonte de reformas, asumiéndose que “la verdadera esencia del Alma Mater” consiste en ser institución de ciencia y cultura y, por lo tanto deberían superar el enfoque de universidades formadoras exclusivamente de profesionales. La idea de universidad como institución de ciencia y cultura comenzó a influir en los discursos universitarios de política educativa. Se hace notar cada vez más el énfasis para dedicar recursos a la investigación científica, tanto pura o básica como aplicada; se reclaman y se producen reformas en el curriculum que incorpora gradualmente la formación humanística. (Tunnermann, 1980:202).

 

En un informe del año 1962, en los archivos del Departamento de Filosofía de la UNAH, se hace constar que en 1961, para organizar el departamento, se contaba con tres profesores titulares por hora (quienes pertenecían a otros departamentos) y tres profesores auxiliares, también por hora. Ninguno de ellos era graduado en filosofía. Con la creación de la Carrera de Pedagogía, en 1961, se amplió la difusión de la filosofía, pues en su plan de estudios incluyeron dos cursos dedicados a la historia de la filosofía (Antigua y medieval en el primero y la Historia de Filosofía Moderna y Contemporánea en el segundo), además de un curso de Filosofía de la Educación. En el año 1961, del total de alumnos de la universidad, 2112, solamente 114 de ellos tomaron la asignatura Filosofía general completa, es decir durante todo el año. Se impartía Filosofía durante todo el año, como un curso completo. El Centro Universitario de Estudios Generales, CUEG, surgió en 1961 de la facultad de Ciencias Básicas. Tenía la responsabilidad de impartir “estudios generales” para dotar de formación humanística a los alumnos de primer ingreso. El Departamento de Filosofía fue parte de este centro y comenzó a funcionar el mismo año que el CUEG, en 1961.

El estudio profesional de la filosofía, y la institucionalización de su enseñanza, se produce con la creación de la carrera de filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, en 1978, inicialmente como un bachillerato, pero casi inmediatamente se reformó el Plan de estudios para ofrecer la licenciatura, cuyo plan de estudios, en su tercera versión, data del año 1992.

La Carrera de Filosofía, ha padecido altibajos, luces y sombras, propios de una carrera que se instala casi en el vacío al carecer de tradición, en un campo no roturado. La herencia que nos legó el Siglo XIX, con el discurso filosófico de Ramón Rosa de 1882, con el cual cerró los estudios de filosofía en la Universidad de Honduras, ha sido como una pesada losa de sepulcro que no terminamos por levantar y demoler con los aportes hechos desde la filosofía, mediante la investigación y docencia universitaria. Como a continuación se indica, algo se ha hecho, pero no ha sido suficiente pues todavía no contamos con una tradición filosófica claramente definida, ni escuelas de pensamiento con enfoques diversos.

En Honduras se ha realizado investigación y publicación filosófica, tanto desde el Departamento y Carrera de Filosofía, como fuera de la Universidad. Como ejemplo de lo primero, debe recordarse que (…) hay aportes importantes de filósofos hondureños, trabajos que desarrollan temas de epistemología, filosofía educativa, identidad nacional, historia de las ideas, filosofía de la historia, investigación social, ética, bioética y filosofía del arte. Son producciones que muestran la importancia de la construcción de ideas y que cualquier intento de pensamiento crítico exige respeto a otras disciplinas y participación de las opiniones que puedan parecer diferentes.  No podría proporcionar el inventario completo de lo producido pero hay aportes notables de Irma Becerra sobre filosofía de la historia, ética y filosofía política; de Augusto Serrano en filosofía de la ciencia; Oscar Soriano en filosofía de la educación y metodologías de investigación; Ramón Romero en asuntos de identidad y ética; Roberto Castillo en estética y en historia del pensamiento hondureño; Renán Rápalo en temas de filosofía social; Xiomara Bú con investigaciones en la bioética; Sergio Suazo en filosofía política; Gabriel Galeano en cuestiones sobre estética; Gustavo Zelaya en historia de las ideas; en fin, son algunos de nuestros autores que desde la filosofía y la investigación generan discusiones y, de algún modo, pueden estimular a quien quiera formarse en la carrera de filosofía (Zelaya 2007; Zelaya 2020 Comunicación personal).

También han existido publicaciones periódicas en el campo de la filosofía. Es el caso de Pensamiento Hondureño, Revista de Filosofía y Humanidades, de la cual circularon cuatro números de modo continuado, entre los años 1986 y 1988. Esta publicación fue auspiciada y sostenida por algunos profesores del Departamento de Filosofía. Otra publicación muy importante y con mayor tiempo de circulación fue la revista Paraninfo, del Instituto de Ciencias del Hombre “Rafael Heliodoro Valle”, cuya creación y organización en 1991, estuvo animada por un grupo de profesores del Departamento de Filosofía, quienes formaron la primera y única directiva del Instituto. El primer número de la revista fue publicado el año 1992.

 

En Honduras circulan textos directamente filosóficos, como los escritos de Augusto Serrano López, Ramón Romero, Renán Rápalo, Irma Becerra y Xiomara Bú, así como textos que expresan perspectivas filosóficas de autores que formalmente no tienen “título” de filósofos, pero sus aproximaciones forman parte del universo filosófico, como el caso de los historiadores Segisfredo Infante con Fotoevidencia del sujeto pensante, (2014) y Rossel Montes, Filosofía política, existencialismo y marxismo (2019). Adicionalmente se ha ido creando silenciosamente un reservorio de trabajos de investigación en filosofía, producto de las tesis de maestría y doctorado que se han realizado por hondureños en universidades extranjeras. En la Sección Colección Hondureña de la biblioteca de la UNAH se encuentran (o deberían estar registrados) los textos inéditos de investigaciones realizadas como trabajos de tesis de maestría. Por ejemplo, Antropotécnica, Domesticación voluntaria y Biopolitica en la filosofía de Peter Sloterdijk, Héctor Uclés; Hacia una reflexión ontológica del arte en el pensamiento de Arthur Danto, de Rafael Zúñiga; La realidad en la metafísica de Aristóteles: estudio crítico Libros IV, VI y VII, de Mario Coto; Schopenhauer: fuente de inspiración de Freud, Nietzsche hasta Sloterdijk, de Edwin Romero; Estética del videojuego The last of Us, de Luis Beltrán. A nivel de estudios de doctorado se deben mencionar los trabajos de tesis de Hilario Vallejo, Ramón Romero, Renán Rápalo y Oscar Soriano. Entre las tesis de doctorado recientes está La filosofía como modo de vida en las obras de Albert Camus: El mito de Sísifo y El hombre rebelde, presentada por Ángelo Moreno (2019) y la tesis Relación filosófica entre justicia e interculturalidad en Mesoamérica: el paradigma del proyecto Escuela para todos en Centro América, cuyo autor es José Manuel Fajardo Salinas. 

 

Durante 40 años se ha contado con profesores nacionales y extranjeros dedicados a enseñar y hacer filosofía, por momentos el grupo se ha visto disminuido y puede fortalecerse con el aporte fundamental de los egresados de la carrera y otras personas formadas fuera del país. En esto hemos tenido un equilibrio a veces muy frágil y muchas deficiencias. Más que todo por dificultades presupuestarias; por la inestabilidad laboral que no permite nombrar profesores en plazas vacantes; por el desinterés institucional hacia el desarrollo de la disciplina y, en muchas ocasiones, por ciertas características personales como la arrogancia, la pedantería, el maltrato y el acoso en el aula de clases que han complicado la convivencia en el ámbito de la filosofía académica. Hay dificultades para desarrollar el perfil de quien aspira a estudiar filosofía y hacen falta precisiones en el plan de estudios. Se han logrado cambios formales en los programas, pero hace falta mucha honestidad, entrega, voluntad para cambios importantes10 que tengan que ver con las asignaturas y la capacidad de quien las imparta (Zelaya 2019. Comunicación personal). El reconocimiento de la producción filosófica debe acompañarse de un balance crítico de la experiencia acumulada y tomar nota de las lecciones respectivas. Estos antecedentes muestran la necesidad de crear el programa de maestría en Filosofía en la UNAH (para animar y reforzar el trabajo filosófico, tanto en el campus central como en todos los Centros Regionales), la cual puede beneficiar a las demás universidades del país y también a profesionales que pueden aspirar a una formación de un posgrado de calidad. De igual modo deben hacerse las gestiones respectivas para crear un medio de difusión que dé cuenta de las investigaciones realizadas y generar la valoración crítica de las propuestas filosóficas en el país.

 

Es oportuno mencionar otros antecedentes: los cambios que se han producido como parte de las medidas adoptadas por la IV Reforma Universitaria de la UNAH. En el año 2008 se crearon nuevas facultades a partir de los departamentos del CUEG, los cuales formalmente pasaron a denominarse Escuelas.

 

 

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